Ven, dirige tu mirada más allá
de los postigos de mi ventana:
te traigo las llanuras de Castilla.
Acunarán tus ojos, en la inmensidad de su grandeza,
serán el reposo de tu vista
herida y fatigada.
Es verdad. No son azules,
no tienen olas y no te devolverán el reflejo
de tu alma en el espejo.
No son el mar…
Son los campos de Castilla,
tierra helada,
tierra árida, adusta, calcinada,
inmensa, sí, como tu mar…
serena, sí, como tu arena…
Ten, abre los ojos al verde incipiente
de un nuevo renacer,
entreverado entre los tonos quemados
que deja el invierno estepario.
Quiero pensar que encontrarás consuelo,
esperanza y paz, en la imagen de la tierra severa
que nos alimentó, cuando pequeños,
las fibras del corazón.
Acéptalo como un regalo: Castilla,
inmensa,
hoy será tu fuerza.